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Mazda 787B: La Leyenda del Motor Rotativo que Conquistó Le Mans





La fabricación del Mazda 787B, una leyenda de las carreras


El Mazda 787B no es solo un automóvil de carreras; es una leyenda en la historia del automovilismo. Este vehículo, conocido por su distintivo motor rotativo, fue el resultado de una innovación audaz y un diseño meticuloso. La creación del 787B fue un proceso que combinó tecnología avanzada y artesanía experta.


El chasis del 787B fue una obra maestra de ingeniería, compuesto de kevlar y fibra de carbono, diseñado por Nigel Stroud. Este chasis monocoque fue fabricado por Advanced Composite Technology en el Reino Unido antes de ser enviado a Japón para el ensamblaje final. En la sede de carreras de Mazdaspeed en Hiroshima, se unieron la carrocería, el motor y otros componentes esenciales.


El Secreto del Éxito

El Mazda 787B es un ícono en la historia del automovilismo, no solo por su impresionante victoria en las 24 Horas de Le Mans de 1991, sino también por su revolucionario motor rotativo R26B. Este motor, una obra maestra de la ingeniería, fue el corazón que impulsó al 787B a la gloria, marcando un hito en las carreras de resistencia.




Sin embargo, el camino hacia este logro no estuvo exento de desafíos.


Uno de los principales problemas que Mazda tuvo que enfrentar fue la fiabilidad del motor rotativo, especialmente bajo las exigentes condiciones de una carrera de resistencia como Le Mans. Los motores rotativos son conocidos por generar altas temperaturas, lo que puede llevar a fallos mecánicos.


Para superar este obstáculo, Mazda implementó varias innovaciones tecnológicas en el R26B. Una de ellas fue un sistema de admisión de longitud variable, que permitía ajustar la longitud de las trompetas de admisión para optimizar el rendimiento del motor en diferentes rangos de revoluciones. Además, se utilizó un sistema de encendido de tres bujías y sellos de ápice de cerámica de dos piezas para mejorar la eficiencia y la durabilidad.


Otro desafío fue la eficiencia del combustible. Para cumplir con las regulaciones de la categoría 2 de Le Mans, que limitaban la cantidad de gasolina disponible durante la carrera, Mazda se centró en mejorar la economía de combustible del R26B. Esto se logró a través de un control de combustible adecuado para la conducción en circuito y una reducción en el consumo total de combustible.



El compromiso entre potencia y fiabilidad también fue un factor crítico. Los ingenieros de Mazda optaron por limitar la potencia del motor a 700 CV a 9.000 rpm, en lugar de buscar el máximo rendimiento posible, para asegurar la fiabilidad durante la larga duración de la carrera.


Estos son solo algunos de los desafíos que Mazda enfrentó y superó con el motor R26B, demostrando que la pasión y la innovación pueden llevar a la victoria incluso en las condiciones más difíciles.


Después de la agotadora carrera de 1991, los ingenieros inspeccionaron el motor y encontraron que estaba en condiciones de correr por otras 24 horas, una hazaña impresionante que subraya la durabilidad de este icónico motor.




La temporada de 1991 fue testigo de cómo la fiabilidad y el rendimiento del 787B se combinaron para lograr una victoria histórica en Le Mans.


Después de la victoria del Mazda 787B en las 24 Horas de Le Mans de 1991, la Federación Internacional del Automóvil (FIA) implementó cambios en las regulaciones de la categoría de resistencia que, de hecho, impidieron que el Mazda 787B y otros vehículos con motores rotativos pudieran seguir compitiendo. Pero el legado del 787B perdura. Su sonido único y su rendimiento excepcional siguen siendo recordados y celebrados por aficionados y expertos por igual.


El legado del Mazda 787B sigue vivo, recordado no solo por su victoria en Le Mans sino también por su contribución al avance de la ingeniería automotriz. Su historia es un testimonio del espíritu de innovación y la búsqueda constante de la excelencia en el mundo de las carreras.




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